Qué hacer con la hipoteca en caso de divorcio

Qué hacer con la hipoteca en caso de divorcio

Publicado el 24 de junio de 2025


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Introducción

Enfrentar un divorcio nunca es un proceso sencillo, y cuando hay una hipoteca de por medio, la situación puede volverse aún más compleja. La vivienda familiar suele ser uno de los bienes más valiosos —y emocionalmente significativos— dentro del patrimonio común de la pareja. Por ello, decidir qué hacer con la hipoteca en caso de divorcio no solo implica resolver cuestiones legales y financieras, sino también tomar decisiones que afectarán el futuro de ambas partes, y, en su caso, de los hijos en común.

Este artículo tiene como objetivo ofrecer una guía práctica y clara sobre las opciones disponibles para gestionar una hipoteca compartida tras la ruptura matrimonial. Analizaremos los distintos escenarios posibles, desde la venta del inmueble hasta la subrogación hipotecaria, pasando por acuerdos de uso y reparto de cargas. Además, abordaremos el papel que desempeñan los bancos en este tipo de procesos y qué aspectos conviene negociar o dejar por escrito para evitar conflictos a largo plazo.

La legislación española contempla diferentes fórmulas para liquidar el régimen económico matrimonial, y estas influyen directamente en cómo se maneja la vivienda hipotecada. En función de si el matrimonio se celebró en régimen de gananciales o en separación de bienes, el enfoque a seguir puede variar considerablemente. De igual forma, factores como la titularidad del préstamo, la propiedad de la vivienda y el destino de uso que se le dará a esta juegan un papel determinante a la hora de decidir el camino a seguir.

Un dato importante a tener en cuenta es que el divorcio no extingue automáticamente las obligaciones contractuales con el banco. Aunque uno de los cónyuges deje de vivir en la vivienda, seguirá siendo responsable de la deuda hipotecaria si figura como titular del préstamo, salvo que se realicen gestiones específicas para modificar este extremo.

Por tanto, resulta esencial informarse adecuadamente y, en lo posible, contar con el asesoramiento de profesionales tanto del ámbito legal como financiero. A lo largo de las próximas secciones, abordaremos con mayor profundidad cada una de las opciones disponibles y sus implicaciones, para que puedas tomar decisiones informadas y adecuadas a tu situación personal.

Impacto del divorcio en la hipoteca

El divorcio supone una transformación radical en las relaciones patrimoniales entre los cónyuges, y uno de los elementos más afectados suele ser la hipoteca compartida. Al tratarse de una deuda a largo plazo suscrita por ambos, su gestión tras la disolución del vínculo matrimonial puede generar importantes complicaciones legales, financieras y prácticas. A diferencia de otros bienes, el préstamo hipotecario no se disuelve automáticamente con el divorcio, lo que obliga a las partes a alcanzar acuerdos claros sobre su futuro.

Una de las principales consecuencias del divorcio sobre la hipoteca es la necesidad de redefinir la responsabilidad sobre el pago de la deuda. Aunque uno de los cónyuges abandone la vivienda, si sigue figurando como titular del préstamo, el banco puede reclamarle el pago de las cuotas en caso de impago. Esto convierte la hipoteca en un vínculo financiero que puede perdurar muchos años después de que la convivencia haya terminado.

El contrato hipotecario con el banco no se ve afectado por el divorcio: mientras no se modifique formalmente, ambos cónyuges seguirán siendo responsables del pago. Es imprescindible negociar con la entidad bancaria para llevar a cabo una novación o subrogación que refleje los nuevos acuerdos.

A continuación, se enumeran algunos de los efectos más comunes que puede tener un divorcio sobre la hipoteca compartida:

  • Disputas sobre quién continúa en la vivienda y quién asume el pago mensual del préstamo.
  • Dificultades para vender la vivienda si hay desacuerdo entre las partes.
  • Complicaciones para renegociar las condiciones con el banco si uno de los cónyuges no colabora.
  • Riesgos de impago si ninguna de las partes puede asumir el coste por sí sola.
  • Impacto negativo en el historial crediticio de ambos si no se cumplen las obligaciones de pago.

Además, el uso de la vivienda puede atribuirse judicialmente a uno de los cónyuges, especialmente si hay hijos menores en común. Sin embargo, esta atribución de uso no implica una modificación automática en la propiedad ni en la deuda: el banco seguirá considerando a ambos como responsables, lo cual puede generar tensiones si uno de los excónyuges ya no disfruta del bien pero sigue pagando la hipoteca.

Por todo ello, el divorcio no solo implica el fin de una relación sentimental, sino también una reorganización profunda de los compromisos económicos adquiridos en común. Es fundamental anticiparse a estas consecuencias y buscar soluciones negociadas, tanto entre las partes como con la entidad bancaria, para evitar problemas mayores en el futuro.

Tipos de hipoteca y sus implicaciones

Conocer los diferentes tipos de hipoteca y cómo afectan en caso de divorcio es fundamental para tomar decisiones acertadas. No todas las hipotecas tienen las mismas condiciones, y cada una puede suponer distintos escenarios a la hora de negociar la separación de bienes o de asumir la deuda pendiente. Los aspectos clave como la titularidad, el tipo de interés y la duración del préstamo influyen directamente en las implicaciones legales y financieras tras una ruptura matrimonial.

A continuación, se presentan los principales tipos de hipoteca que existen en España, junto con sus implicaciones en un proceso de divorcio:

  • Hipoteca a interés fijo: Mantiene una cuota constante durante toda la vida del préstamo. Esto facilita los acuerdos post-divorcio, ya que los pagos son predecibles y no dependen de fluctuaciones del mercado.
  • Hipoteca a interés variable: Sujeta a cambios en función del euríbor u otro índice de referencia. Puede dificultar la planificación financiera tras la separación si las cuotas aumentan inesperadamente.
  • Hipoteca mixta: Comienza con un periodo de interés fijo y posteriormente pasa a ser variable. En caso de divorcio, es importante revisar en qué fase se encuentra para valorar su impacto a futuro.
  • Hipoteca compartida o copropiedad: Ambos cónyuges figuran como titulares. En un divorcio, si uno desea desvincularse, será necesario tramitar una novación con la entidad financiera o vender la propiedad.
  • Hipoteca con avalistas: Si los padres o familiares han avalado el préstamo, su implicación sigue vigente aunque la pareja se divorcie, lo que puede añadir una capa extra de complejidad a la negociación.

Es importante destacar que, aunque uno de los cónyuges se quede con el uso de la vivienda, la hipoteca seguirá siendo responsabilidad de ambos si no se modifica el contrato con el banco. La titularidad no se puede cambiar unilateralmente: requiere el consentimiento expreso de la entidad financiera y el cumplimiento de sus criterios de solvencia.

Además del tipo de hipoteca, influye también el régimen económico matrimonial (gananciales o separación de bienes) y el modo en que se adquirió la vivienda (antes o durante el matrimonio). Estos factores condicionan el reparto del bien y de la deuda, así como las posibles opciones legales para disolver la copropiedad. Por ello, conviene analizar cada caso de forma individualizada y consultar con especialistas para evitar consecuencias no deseadas.

Opciones legales para la hipoteca

En el contexto de un divorcio, gestionar una hipoteca compartida requiere tomar decisiones legales importantes que afectan tanto al presente como al futuro económico de los cónyuges. Las opciones legales disponibles pueden variar según la situación financiera de cada parte, la relación con la entidad bancaria y el régimen económico matrimonial. Es fundamental conocer las distintas vías legales para evitar conflictos posteriores y asegurar un reparto justo de las obligaciones y derechos derivados del préstamo hipotecario.

A continuación, se presentan las opciones legales más comunes para gestionar la hipoteca en caso de divorcio:

  • Venta del inmueble y cancelación de la hipoteca: Ambas partes acuerdan vender la vivienda y saldar la deuda con el importe obtenido. Si sobra dinero tras pagar al banco, se reparte; si falta, se asume la diferencia entre ambos.
  • Adjudicación a uno de los cónyuges: Uno de ellos se queda con la vivienda y asume toda la hipoteca. Para ello, es necesario un acuerdo de extinción de condominio y una novación del préstamo con la entidad bancaria.
  • Subrogación hipotecaria: El nuevo titular asume la deuda del otro, con la aprobación del banco. Se trata de un cambio de deudor, no de condiciones del préstamo.
  • Copropiedad mantenida: Ambos mantienen la titularidad del inmueble y del préstamo, acordando cómo repartir el pago de las cuotas. Esta opción requiere alto grado de cooperación y confianza mutua.
  • Alquiler a terceros: Si ninguna de las partes desea quedarse en la vivienda, se puede alquilar a un tercero para cubrir parte o la totalidad de la cuota hipotecaria.

Cualquier cambio en la titularidad o en las condiciones de la hipoteca debe realizarse de forma oficial ante notario y con la aprobación expresa del banco. Es un error común pensar que con un acuerdo privado entre los cónyuges basta: mientras el contrato hipotecario siga vigente a nombre de ambos, ambos responderán legalmente ante cualquier impago.

Es muy recomendable formalizar los acuerdos alcanzados dentro del convenio regulador del divorcio y, en caso necesario, contar con asesoramiento jurídico especializado. Además, conviene analizar las consecuencias fiscales y notariales de cada opción, ya que operaciones como la extinción de condominio o la venta pueden generar gastos adicionales. Elegir la opción adecuada depende del grado de acuerdo entre las partes, la situación económica y el vínculo que quieran o puedan mantener respecto al bien común.

Venta del inmueble hipotecado

Una de las opciones más utilizadas cuando una pareja decide divorciarse y posee una vivienda hipotecada en común es proceder a la venta del inmueble. Esta alternativa permite romper el vínculo patrimonial que los une y facilita el reparto económico, especialmente cuando ninguna de las partes desea conservar la propiedad o no puede hacerse cargo de la deuda por separado. Sin embargo, vender un inmueble hipotecado no está exento de complejidades y requiere seguir ciertos pasos legales y financieros clave.

Antes de poder vender la vivienda, es fundamental conocer cuál es el importe pendiente del préstamo hipotecario y el valor de mercado actual del inmueble. Si el precio de venta es superior al capital pendiente, se puede cancelar la hipoteca con parte del importe recibido y repartir el excedente entre los cónyuges. Pero si el valor de mercado es inferior a la deuda, se generará una pérdida que ambas partes deberán asumir conjuntamente.

En caso de existir plusvalía, conviene también prever el impacto fiscal. La ganancia patrimonial puede estar sujeta a tributación en el IRPF, especialmente si la vivienda no ha sido la residencia habitual durante los últimos años o si no se reinvierte el dinero obtenido.

El proceso de venta de un inmueble hipotecado implica los siguientes pasos:

  • Solicitar al banco un certificado de deuda pendiente actualizado.
  • Buscar comprador y acordar condiciones de compra con transparencia sobre la carga hipotecaria.
  • Negociar con el banco la cancelación anticipada de la hipoteca (puede conllevar comisión).
  • Acudir a notaría para formalizar la compraventa y la cancelación registral del préstamo.
  • Distribuir el importe sobrante o asumir la deuda restante según el acuerdo de divorcio.

Esta opción suele ser especialmente viable cuando existe una relación cordial entre las partes y se desea liquidar rápidamente el vínculo económico que representa la vivienda. No obstante, es esencial contar con asesoramiento legal y financiero para evitar errores en la valoración, en la cancelación de la hipoteca o en la repartición del patrimonio neto.

En definitiva, vender el inmueble hipotecado puede ser una vía eficaz para cerrar el capítulo económico del matrimonio, pero debe ejecutarse con rigor y previsión para evitar que el proceso de divorcio acabe generando nuevas cargas o conflictos innecesarios.

Asunción de deuda por una sola parte

En muchos casos de divorcio, una de las partes desea conservar la vivienda común y está dispuesta a asumir por completo la deuda hipotecaria pendiente. Esta solución, conocida como asunción de deuda por una sola parte, permite que uno de los cónyuges se quede con el inmueble y libere al otro de cualquier responsabilidad financiera futura. No obstante, se trata de una operación compleja que requiere la intervención del banco y el cumplimiento de determinados requisitos legales y económicos.

El primer paso en este proceso es acordar la adjudicación de la vivienda a uno de los cónyuges dentro del convenio regulador del divorcio. A continuación, es imprescindible negociar con la entidad financiera una novación del préstamo que permita eliminar al otro cónyuge como titular de la hipoteca. El banco evaluará la solvencia del solicitante y decidirá si acepta que una sola persona se haga cargo del 100% del préstamo.

Aunque ambas partes lleguen a un acuerdo privado, el compromiso legal con el banco solo se modifica si la entidad aprueba expresamente la operación. Mientras eso no ocurra, el cónyuge que desea desvincularse seguirá siendo responsable del pago ante cualquier incumplimiento.

Entre los factores que el banco suele tener en cuenta para autorizar la asunción de deuda están:

  • Estabilidad laboral e ingresos suficientes del solicitante.
  • Historial crediticio positivo y sin impagos previos.
  • Ratio de endeudamiento aceptable.
  • Valor actual del inmueble y relación con el importe pendiente de deuda.

Además, esta operación suele implicar ciertos costes notariales, registrales y, en ocasiones, comisiones por novación hipotecaria. Es importante evaluar si la persona que asume la deuda está preparada para soportar el peso financiero en solitario a largo plazo, especialmente si el préstamo aún tiene muchos años de amortización por delante.

En definitiva, la asunción de deuda por una sola parte puede ser una solución eficaz para simplificar el reparto patrimonial tras un divorcio, pero debe gestionarse con asesoramiento profesional y con pleno conocimiento de las implicaciones legales y económicas que conlleva. Asegurar la correcta formalización ante notario y el consentimiento del banco es clave para evitar problemas futuros.

Acuerdo de uso de la vivienda

Uno de los aspectos más delicados en un proceso de divorcio es determinar quién tendrá el derecho de uso de la vivienda familiar. Esta decisión no siempre va ligada a la propiedad ni a la titularidad de la hipoteca, sino que suele estar condicionada por el bienestar de los hijos y por criterios sociales y personales. A través del acuerdo de uso de la vivienda, los cónyuges pueden pactar quién permanecerá en el domicilio, bajo qué condiciones y por cuánto tiempo.

El uso de la vivienda puede acordarse de forma amistosa y reflejarse en el convenio regulador del divorcio, el cual deberá ser aprobado judicialmente. En caso de desacuerdo, será el juez quien determine a quién se le atribuye el uso, priorizando siempre el interés superior de los hijos menores de edad, si los hubiera.

La atribución del uso no modifica la propiedad del inmueble ni la responsabilidad sobre la hipoteca. Es decir, un cónyuge puede tener derecho a vivir en la vivienda sin ser propietario ni cotitular del préstamo, pero el otro seguirá obligado a pagar si figura en el contrato hipotecario.

A continuación, algunas situaciones frecuentes en el acuerdo de uso:

  • Uso a favor del progenitor custodio: Si hay hijos en común, suele otorgarse el uso al progenitor que obtiene la custodia, para garantizar la estabilidad del menor.
  • Uso temporal: Puede establecerse un plazo determinado (por ejemplo, hasta la mayoría de edad de los hijos o durante un número de años) tras el cual el uso se revisará o cesará.
  • Uso compartido o alterno: En casos de custodia compartida, los progenitores pueden alternarse en el uso de la vivienda, aunque esta opción requiere una buena comunicación y cooperación.
  • Exclusión del uso por conducta: En situaciones graves, como violencia doméstica, se puede atribuir el uso exclusivo a uno de los cónyuges como medida de protección.

También es posible pactar un uso condicionado al cumplimiento de ciertas obligaciones, como el pago de los suministros o del mantenimiento del inmueble. Este tipo de cláusulas permiten equilibrar las cargas entre las partes y evitan conflictos posteriores.

En definitiva, el acuerdo de uso de la vivienda no solo tiene implicaciones emocionales, sino también jurídicas y económicas. Por ello, conviene abordarlo con responsabilidad, valorar las consecuencias a medio y largo plazo, y dejarlo bien regulado en el convenio para garantizar su cumplimiento.

Papel del banco en el proceso

El banco juega un papel clave en la gestión de la hipoteca durante y después de un divorcio. Aunque los cónyuges lleguen a acuerdos sobre quién se queda con la vivienda o quién continúa pagando el préstamo, nada de esto tendrá efecto legal ante la entidad financiera si no se formaliza adecuadamente. Es fundamental entender que el banco no interviene en el divorcio como tal, pero sí es parte necesaria en cualquier cambio que afecte al contrato hipotecario.

El principal interés del banco es asegurarse de que el préstamo siga siendo pagado conforme a lo pactado. Por eso, si uno de los cónyuges desea asumir la deuda en solitario o si ambos acuerdan vender la vivienda, la operación debe pasar por la aprobación del banco. Esto convierte al banco en un actor imprescindible para llevar a cabo ciertas soluciones hipotecarias tras la ruptura.

Aunque el convenio de divorcio indique que uno de los cónyuges ya no será responsable de la hipoteca, esa cláusula no tiene validez ante el banco si no hay una novación o subrogación formal del préstamo. Legalmente, mientras ambos sigan figurando como titulares, ambos seguirán siendo deudores solidarios.

A continuación, se detallan algunas de las gestiones en las que el banco debe intervenir:

  • Novación hipotecaria: Modificación del contrato para reflejar nuevos titulares, plazos o condiciones económicas. Requiere aprobación de la entidad.
  • Subrogación de deudor: Sustitución de uno de los titulares del préstamo. El banco evalúa la solvencia del nuevo deudor antes de aceptarlo.
  • Cancelación anticipada: En caso de venta del inmueble, el banco gestiona la cancelación de la hipoteca con el importe recibido.
  • Emisión de certificados de deuda: Documento necesario para valorar el importe pendiente de amortización, tanto para procesos de venta como de reparto.

El banco no está obligado a aceptar cambios en el contrato hipotecario. Si considera que la operación implica un mayor riesgo de impago, puede denegar la novación o exigir garantías adicionales. Por ello, es fundamental mantener una comunicación fluida con la entidad desde el inicio del proceso de divorcio.

En conclusión, el banco no es solo un espectador en el proceso de separación cuando existe una hipoteca conjunta. Su colaboración y autorización son imprescindibles para formalizar cualquier modificación del préstamo. Contar con asesoramiento legal y financiero facilita estas gestiones y permite evitar conflictos o sorpresas desagradables a medio plazo.

Recomendaciones para evitar conflictos

La gestión de una hipoteca tras un divorcio puede convertirse en un foco importante de tensiones si no se abordan adecuadamente los aspectos legales, económicos y personales que implica. Para minimizar los riesgos de desacuerdos o enfrentamientos, es fundamental actuar con previsión, transparencia y asesoramiento profesional. A continuación, se detallan una serie de recomendaciones que pueden ayudar a evitar conflictos y facilitar un proceso más fluido y justo para ambas partes.

  • Formalizar los acuerdos por escrito: Todos los pactos relativos a la vivienda y la hipoteca deben quedar reflejados en el convenio regulador y, si es necesario, también en escrituras notariales.
  • Consultar con un abogado especializado: Un profesional del derecho familiar puede anticipar problemas legales y sugerir soluciones adaptadas al caso concreto.
  • Negociar con el banco desde el principio: Iniciar conversaciones con la entidad financiera lo antes posible ayuda a conocer las opciones reales y evitar negativas inesperadas.
  • Evitar los acuerdos verbales: Aunque haya buena voluntad, los acuerdos informales carecen de validez jurídica y pueden dar lugar a disputas futuras.
  • Valorar la vivienda de forma objetiva: Es aconsejable solicitar una tasación profesional para conocer el valor actual del inmueble y tomar decisiones informadas.

Siempre que sea posible, opta por la mediación familiar para resolver desacuerdos de forma dialogada. La mediación permite encontrar soluciones consensuadas con el acompañamiento de un tercero imparcial, lo cual reduce la carga emocional y los costes judiciales.

También es importante mantener una comunicación abierta y respetuosa entre los cónyuges, especialmente si hay hijos en común. Evitar reproches, mantener el foco en las soluciones y priorizar la estabilidad financiera de ambos puede marcar la diferencia en un proceso que, por naturaleza, es sensible y estresante.

Finalmente, ten en cuenta que las decisiones que se tomen respecto a la hipoteca afectarán a largo plazo. Un mal acuerdo puede traducirse en años de conflictos, impagos o incluso procedimientos judiciales. Por eso, la prevención es clave: cuanto más claro y bien estructurado sea el plan de acción, menores serán las probabilidades de confrontación.

Preguntas frecuentes

En esta sección resolvemos algunas de las dudas más comunes que surgen cuando una pareja en proceso de divorcio debe enfrentarse a la gestión de una hipoteca compartida. Comprender bien los aspectos legales y financieros puede ayudar a tomar decisiones más informadas y evitar problemas a largo plazo.

¿Puedo dejar de pagar la hipoteca si ya no vivo en la casa?
No. Si figuras como titular del préstamo, sigues siendo legalmente responsable del pago de las cuotas, aunque no residas en la vivienda. El uso del inmueble y la obligación de pago son aspectos distintos. Solo con una novación aprobada por el banco puedes desvincularte de la deuda.

¿El banco está obligado a aceptar que uno solo se quede con la hipoteca?
No, el banco no está obligado a aceptar modificaciones en la titularidad del préstamo. Evaluará si la persona que desea asumir la deuda en solitario cumple con los requisitos de solvencia. Si considera que hay riesgo de impago, puede denegar la operación o pedir garantías adicionales.

¿Qué ocurre si queremos vender la casa pero el valor es inferior a la deuda?
En ese caso, se genera una deuda residual. Tendréis que acordar cómo asumir el importe pendiente una vez descontado lo obtenido por la venta. Es importante hablar con el banco para estudiar opciones como refinanciación o cancelación parcial pactada.

¿Puede el juez obligar a uno de los cónyuges a quedarse con la hipoteca?
El juez puede adjudicar el uso de la vivienda, pero no tiene potestad para modificar el contrato hipotecario ni imponer al banco una novación. Por eso, cualquier cambio real en la titularidad debe contar con el consentimiento de la entidad financiera.

¿Es posible alquilar la vivienda mientras se decide qué hacer con ella?
Sí, siempre que ambos titulares estén de acuerdo, se puede alquilar el inmueble y destinar los ingresos al pago de la hipoteca. Es recomendable formalizar ese acuerdo por escrito para evitar conflictos sobre el reparto de los beneficios y los gastos.

Conclusión

Gestionar una hipoteca durante un proceso de divorcio es una tarea que requiere responsabilidad, previsión y conocimiento. No se trata solo de repartir una deuda, sino de reorganizar una parte importante del patrimonio común y de tomar decisiones que tendrán consecuencias a largo plazo tanto a nivel financiero como personal. Por ello, es fundamental no dejarse llevar únicamente por el impulso emocional, sino abordar este aspecto con rigor jurídico y planificación económica.

A lo largo de este artículo hemos explorado las diferentes opciones disponibles ante una hipoteca compartida: desde la venta del inmueble hasta la asunción de la deuda por una sola parte, pasando por acuerdos de uso y la intervención necesaria del banco en cada escenario. También hemos analizado los tipos de hipoteca y cómo influyen en el proceso, así como recomendaciones clave para evitar conflictos que puedan surgir durante la negociación y posterior ejecución de las decisiones tomadas.

Lo más importante es entender que, aunque el divorcio rompa el vínculo personal, no pone fin automáticamente a las obligaciones contractuales adquiridas con la entidad financiera. Mientras no haya una modificación formal del contrato hipotecario, ambos cónyuges seguirán siendo responsables del pago.

Además, actuar con transparencia, contar con asesoramiento legal y financiero, y priorizar el bienestar de todos los miembros de la familia —especialmente si hay hijos menores— debe ser el foco de cualquier decisión. Cada situación es única, y lo que puede ser una solución adecuada para una pareja, puede no serlo para otra. Por eso es crucial evaluar con detalle los pros y contras de cada opción y no precipitarse.

En definitiva, la clave está en anticiparse, informarse y, siempre que sea posible, buscar acuerdos equilibrados y realistas. Solo así será posible transformar un momento de ruptura en una oportunidad para reorganizar la vida con estabilidad y seguridad, también en lo económico.

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